Educar sin premios ni castigos
La Disciplina Positiva aboga por eliminar completamente los castigos de la educación. Realmente los castigos no son más que una muestra de que a los padres les faltan herramientas efectivas para educar a sus hijos y está más que probado que los castigos solo funcionan a corto plazo y, que si lo hacen, en la mayoría de los casos no es porque el niño haya entendido la razón por la cual ha sido castigado, sino por la penalización o restricción que ello conlleva. En su lugar, se recomienda una estrategia mucho menos autoritaria pero igual de firme: los límites.
La obediencia por temor no es aprendizaje. Lo único que podemos fomentar tratando de lograr el acatamiento desde el miedo a ser castigado es educar a niños sin criterio ni juicio. Los castigos no tienen en cuenta ni las emociones previas a la acción (¿Por qué se ha comportado así este niño?), imprescindibles para comprender al niño, ni las posteriores (¿Cómo se sienten los niños cuando se les castiga?). La poca relación entre su comportamiento y la consecuencia o castigo de este, (por ejemplo, poco tiene que ver el castigo de quedarse sin ir a fútbol con no recoger la mesa), hace que l@s niñ@s obedezcan por miedo al castigo, no por comprensión. Todo esto genera resentimiento, retraimiento, rebeldía y revancha.
En palabras de la psicóloga Jane Nelsen:
¿De dónde sacamos la absurda idea de que para que los niños se porten bien, primero hay que hacerlos sentir mal?
Los premios son herramientas conductistas que actúan como motivación externa. Si con los castigos o sanciones se pretende erradicar conductas que consideramos negativas, con los premios o refuerzos positivos se pretende potenciar y fomentar conductas que nos parecen deseables. Hay familias que toman conciencia de los riesgos que implican los castigos como herramienta educativa pero piensan que los premios son buenos, puesto que lo que hacen es reconocer las conductas positivas y reforzarlas. Sin embargo acaban funcionando de manera parecida.
Hay muchos tipos de refuerzos positivos: desde comprar un regalo por sacar buenas notas, hasta permitir comer chocolate si hacen tal cosa, pasando por los halagos y muestras de orgullo. Todos tienen sus riesgos e inconvenientes por inofensivos que parezcan.
La única ventaja de los premios es la misma que a los castigos: funcionan a corto plazo. Si cada vez que mi hijo hace algo yo le obsequio con algo que le gusta, estará más motivado para seguir repitiendo esa conducta en un plazo breve. El problema es que, a la larga, la conducta se extinguirá si no seguimos reforzándola con premios, que además deberán ser cada vez más atractivos.